jueves, 15 de julio de 2010

Análisis Estructural del cuento: “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga

  • El almohadón de plumas
    Horacio Quiroga


    Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
    Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.
    Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.
    La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.
    En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.
    No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos,




    Echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los

    Sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.
    Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.
    -No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.
    Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.
    Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.
    -¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.
    Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.
    -¡Soy yo, Alicia, soy yo!
    Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.
    Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.
    Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.
    -Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...
    -¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.
    Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar
    Desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.
    Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.
    Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.



    -¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.
    Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.
    -Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.
    -Levántelo a la luz -le dijo Jordán.
    La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.
    -¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.
    -Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.
    Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.
    Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
    Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

    Análisis del cuento desde el estructuralismo:
    Núcleos:
    -Luna de miel
    - Enfermedad de Alicia
    - Diagnóstico del médico
    - Avance de la enfermedad
    - Alucinaciones
    - Pronóstico del médico desalentador
    - Negación a que le arreglen la cama
    - Muerte de Alicia
    - Manchas de sangre en la almohada
    - Descubrimiento del causante de la muerte

    Indicios:
    * “… no es raro que adelgazara, tuvo un ligero ataque de influencia…”
    -expresa una sospecha de que algo está pasando con la salud de Alicia.-
    * “… no sé… tiene una gran debilidad…”
    –presagia, desorientado de que la salud sea grave.-
    * “… es un caso serio… poco hay que hacer…”
    –hace referencia a que la vida de Alicia esta llegando a su fin.-
    * “-¡Señor!-Llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que paren sangre.”
    –Está dando una pista de la posible causa de la muerte de Alicia.-




    Índices de tiempo y espacio:
    Ø “Durante tres meses-se habían casada en abril- vivieron una dicha especial…”
    Ø “En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño.”
    – Estas expresiones me sitúan en el tiempo que se desarrolla la acción: abril-otoño.-
    Ø “Al fin una tarde pudo salir en brazos de su marido.”
    Ø “fue ese último día en que Alicia estuvo levantada.”
    -me dan idea de una leve mejora de la salud de Alicia.-
    Ø “-Pst… -Se encogió de hombros desalentado su médico.- Es un caso serio… poco hay que hacer…

    -esta expresión indica el deterioro de la salud de Alicia.-

    Catálisis:

    § “Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.”

    - Esta es la descripción de los personajes principales, los introduce en la escena y demora sus posteriores acciones.-



    § “La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado.


    § Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío.”

    - Nuevamente recurre a una encantadora descripción en la que da lugar a un marco de esta narración.-

    § “Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido.”

    - Estas expresiones nos ayudan a situarnos en el cuarto de una enferma grave, como es el caso de Alicia.-


    § “La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama.”

    - Nos ayuda a imaginarnos en el extravío e inconsciencia en el que día a día se encontraba Alicia.-




    Cuadro Actancial:
    o Sujeto: Jordán
    o Objeto: Curación de Alicia
    o Ayudante: Doctor
    o Oponente: Parásito
    o Destinador: El amor
    o Destinatario: Alicia











    Destinador
    Sujeto
    Destinatario


    El amor Jordán Alicia

    Objeto


    Curación de Alicia
    Ayudante
    Oponente




    Doctor Parásito









    Las dos historias:

    1-Historia de la desilusión: Alicia se ha casado recientemente, pero el carácter duro y poco demostrativo de su marido acabó muy pronto con sus sueños de novia. A pesar de no demostrárselo.

    2-Historia de la enfermedad y muerte de Alicia: Alicia comienza a adelgazar y tiene fiebre por varios días. No se repone nunca. Ya no puede levantarse de la cama. El médico no encuentra explicación para sus síntomas, sus dos últimos días de vida son de delirio constante y finalmente, muere.

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